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En este contexto de crisis, en un mundo globalizado e interrelacionado como en el que vivimos, todos los países se están viendo afectados, incluso una de las mayores economías europeas como es Alemania, país vecino y con gran dependencia del gas exportado por Rusia, cuyo acceso ahora está amenazado por la tensión que se vive en Ucrania y la posición adoptada por la comisión europea de aplicar sanciones ante los ataques llevados a cabo por el gobierno de Putin.

Alemania importa el 90% del gas de Rusia, cuyo precio ha incrementado un 60% en la ultima semana y que tiene un efecto directo en la cadena de producción, ya que aumentan los costes de elaboración de sus productos y el precio final al que se venden en el mercado, disminuyendo el nivel de producción y perdiendo competitividad frente a otros estados.

Ante este escenario Alemania se ha propuesto relanzar su proyecto de dotar al país de plantas regasificadoras en los puertos, intención que tenían desde hace años y evolucionaba a paso lento, que se ha visto retomada tras el impacto de la situación actual.

Todo esto ha llevado a Alemania a revisar a la baja el crecimiento del PIB para el 2022, inicialmente calculado en un 4,1%, cayendo finalmente al 3,6%, y pendiente de nuevas revisiones para medir las consecuencias de la crisis generada por la guerra.

Es importante tener en cuenta que el tejido empresarial de Alemania y Euskadi es muy parecido en términos de composición, siendo la mayor parte de las empresas PYMES, y tienen grandes similitudes en los sectores económicos clave lo que facilita la colaboración y el comercio.  Semejanzas que han llevado durante los últimos años a aproximadamente 70 empresas alemanas a implantarse, directa o indirectamente, en Euskadi.

Durante el mes de enero el coste de los productos de salida a aumentado un 25% en Alemania, primer exportador de Euskadi desde donde se suministra el 15% de las compras que se realizan en el extranjero, más de 3 mil millones de euros anuales. El gran culpable de esta subida es el precio de la energía, afectando a los principales sectores de los que se exporta materiales; vehículos automóviles, reactores nucleares y materiales para la fundición de hierro y acero.

Esto impacta en la economía vasca, fuertemente industrializada y especializada en la elaboración de bienes de equipo, donde destacan la siderurgia, generación y distribución de energía eléctrica, plantas químicas, petroquímicas y sistemas de trasporte.

Pese a que durante el último mes se podía prever el inicio del conflicto y sus consecuencias, este nuevo golpe a la economía, cuando el fin de la pandemia estaba dando tranquilidad y crecimiento al tejido económico vasco, viene a impactar de forma directa y lleva a las empresas de Euskadi a buscar nuevas fuentes de suministro y llevar a cabo acciones que palien las consecuencias que se verán reflejadas en los precios.

Fátima Álvarez Bilbao-Goyoaga

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