Opinión, El Correo. 30 de octubre
La grave crisis de componentes, cadenas logísticas, transporte marítimo y precio de la energía obliga a reformular la producción.
Según los últimos datos del Eustat, la recuperación de la economía es mucho más lenta de lo previsto. El PIB vasco se ralentizó hasta el 3,8% interanual en el último trimestre, 1,7 puntos por debajo de lo previsto. Y, a nivel nacional, el INE no nos deja mucho más tranquilos, ya que los datos muestran que entre mayo y agosto la producción de la industria se redujo un 2,5%. Es el tercer mes consecutivo de malas noticias. Esta situación contrasta con los mensajes de optimismo derivados de una progresiva apertura a la nueva normalidad y de una buena inyección de liquidez. Tanto, que la confianza de empresas y consumidores ha crecido y se observa una intensa creación de empleo.
Y es que esta corrección en la producción industrial que se refleja en fábricas paradas se debe no ya únicamente a los problemas de desabastecimiento de chips o componentes, sino a unos plazos de entrega muy largos, afectados por la situación del transporte marítimo y a una inflación inaudita de los precios de materias primas, los fletes y la energía.
El primer reto se centra en el suministro de chips, componentes electrónicos y sus materias primas, que acusa el efecto de una alta concentración de la producción en países asiáticos. Esta situación se refleja en el caso de chips y semiconductores, donde el 50% de la fabricación se concentra en una sola compañía (TSMC) y el 80% de la producción se sitúa en Taiwan, Corea del Sur y China.
A largo plazo, debemos recuperar la soberanía tecnológica, combinando la puesta en marcha de nuevas fábricas de chips (quizás no las de 5 nanómetros, sino las de electrónica de potencia para electrodomésticos) con la inversión e impulso del I+D+i, la generación de patentes y la promoción intensiva de profesionales STEM.
Debemos poner el foco en el desarrollo de nuestra capacidad de diseñar y utilizar la tecnología, materias en las que ya destacamos en Europa y Euskadi a través de la ciberseguridad, 5G, infraestructura, ‘cloud computing’, desarrollo de software o computación cuántica. Ámbitos menos intensivos en capital (10 veces menor que una nueva fábrica de chips) y mucho más rápidos de rentabilizar.
A medio plazo, la solución se encuentra en el refuerzo de las cadenas de suministro. La industria –sobre todo, la automoción– cuenta con cadenas muy largas, desfragmentadas y deslocalizadas, fruto de una intensa estrategia de externalización de procesos productivos que buscaban costes más bajos. Esto genera un reto de planificación de la producción, de gestión de los inventarios y del transporte.
Muchas empresas están rediseñando su modelo productivo (acercando la producción o replanteándose qué hacer o qué externalizar), replanteando sus cadenas logísticas, lanzando proyectos de automatización industrial, invirtiendo en I+D+i, simplificando catálogos de compra, reevaluando localizaciones, el nivel de inventarios y sus ubicaciones.
En el corto plazo, es inevitable emplear medidas de flexibilización de la actividad, pero también es importante diversificar y desarrollar a proveedores clave a través de acuerdos más concretos, situar ‘stock’ en varios puntos de la cadena, agregar la demanda o buscar alternativas logísticas.
El segundo reto se centra en el transporte marítimo, que vive con desconcierto la escasez de contenedores, transportistas y un cuello de botella en las aduanas que hace que el coste del flete y los plazos de entrega se hayan multiplicado por cuatro. China es un país exportador que envía muchos contenedores que sus clientes no consiguen completar de vuelta, es más barato mantenerlos en el puerto de destino hasta conseguir llenarlos. Las soluciones se centran en anticiparse todo lo que sea posible, además de buscar alternativas al transporte marítimo. Lo más factible es utilizar el transporte aéreo, según transitarios e integradores logísticos.
El tercer reto es el de los precios industriales, que están experimentando una inasumible subida. Según el INE, se han incrementado un 18% (la mayor inflación registrada desde 1980). Y en este punto destaca el precio de la energía como principal factor, aunque no es el único, ya que el coste de los bienes intermedios se está disparando más de un 16%, lo que no había sucedido en tres décadas. Una inflación difícil de repercutir a los clientes finales. Una de las soluciones viene de desligar el precio de la electricidad del gas y de las emisiones de CO2, ya que la mayor parte de la energía eléctrica que se produce ni conlleva consumo de gas ni emisión de CO2.
Y por último, no menos importante, la industria se enfrenta al incremento del coste del flete, que desde agosto de 2020 se ha multiplicado por 4.
En conclusión, nos encontramos ante una grave crisis industrial que nos avisa de la necesidad de una reformulación de la organización de las operaciones productivas a nivel global.
GONZALO FORNOS, Director Next Procurement & Operations en LKS Next