En los mercados de capitales siempre se están planteando nuevos instrumentos que favorezcan las inversiones en las empresas a fin de que éstas cuenten con recursos financieros para poder hacer frente a sus necesidades y, al mismo tiempo los inversores puedan obtener rentabilidad por dicha operación. En este sentido, en las dos últimas décadas uno de los vehículos financieros que ha incrementado notablemente las inversiones en las empresas han sido los fondos de inversión y de capital-riesgo que desempeñan un papel esencial en la economía mundial al configurarse como entidades destinadas exclusivamente a participar en el capital de otras sociedades con el fin de obtener la mayor rentabilidad posible. Estas compañías, previstas inicialmente para intervenir preferentemente en el mercado bursátil, han adquirido un gran protagonismo en todos los sectores empresariales, ya que dotan de mayor músculo financiero a las empresas en las que participan, permitiéndoles cumplir sus objetivos o, incluso, alcanzar metas más allá de las previstas inicialmente. Evidentemente la irrupción en una empresa de un fondo de inversión o de capital riesgo puede generar ciertas asperezas entre los socios, porque los objetivos estrictamente económicos que este tipo de fondos persiguen, no son siempre coincidentes con los del reto de socios. Pero, hay que reconocer que, pese a su afán de rentabilidad y a sus miras reducidas al corto-medio plazo, es indudable que constituyen una realidad empresarial con creciente presencia en nuestro mercado de empresas.
Pues bien, en EEUU está emergiendo otra fórmula de inversión, de contornos mucho más discutibles, que ha generado entre los inversores una gran agitación y que, en poco tiempo, puede que esté presente en nuestro mercado. Son las denominadas SPAC (Special Purpose Acquisition Company), que se configuran como vehículos que salen a cotizar al mercado sin actividad empresarial alguna, con el único propósito de captar dinero para la adquisición de una compañía que prometa una buena rentabilidad a los inversores. Lo peculiar de este planteamiento es que la entidad carece de actividad específica, pero dispone de abundantes recursos financieros disponibles para la compra de empresas que puedan generar atractivas rentabilidades. Para conseguir que los inversores financien este tipo de compañías, son promovidas por inversores de renombre, provenientes del mundo de las finanzas, con acreditada experiencia en fusiones y adquisiciones. Este liderazgo reputacional es el que consigue atraer al capital a inversores de distinta índole que permiten a la SPAC contar con abundantes recursos con los que buscar una empresa que sea objeto de adquisición futura, que será la que va a generar los beneficios a los inversores.
Aunque ha habido ciertos rumores, hasta ahora no se ha constituido ninguna entidad semejante en nuestro mercado. Hay que esperar si finalmente esta corriente corporativo-financiera se materializa entre nosotros, lo que resulta bastante probable a la vista del elevado grado de influencia del modelo financiero norteamericano en nuestro mercado corporativo-financiero. Ahora bien, sin perjuicio de sus posibles beneficiosos efectos, ya que permiten a los inversores participar en un proyecto atractivo y conseguir por ello una importante rentabilidad, este nuevo instrumento presenta indudables riesgos. Principalmente, porque el inversor concede una suerte de cheque en blanco al promotor de la SPAC al proporcionarle recursos para que pueda llevar a cabo inversiones rentables, sin saber en el momento de la inversión cuál va a ser la empresa objeto de adquisición y, por tanto, quedando su rentabilidad totalmente condicionada a la elección del promotor.
Ciertamente parece lejos la posibilidad de que este tipo de entidades puedan adquirir una presencia relevante en nuestro mercado. Sin embargo, es conveniente recordar que los fondos de inversión y de capital-riesgo, aunque también eran inicialmente una fórmula utilizada exclusivamente en el ámbito bursátil, adquirieron pronto un notable protagonismo en el mercado societario cuando se advirtió que su configuración también era adecuada para sociedades no cotizadas. Por eso, habrá que estar atentos a la evolución de las SPACs, porque quizás, en un futuro no muy lejano, puede ser una forma utilizada por clientes, proveedores, competidores o, sobre todo, posibles aliados, con los que tengamos que negociar, colaborar o incluso llevar a cabo una operación corporativa, en la que deberán tenerse en cuenta las peculiaridades de esta sofisticada forma societaria.